Sunday, April 1, 2007

Breve pictografía nostálgica


Cuando tenía 4 años estaba tan obsesionado con los Gremlins que lo único que pedí en esa navidad fue una alcancía de Gizmo (los muñequitos eran algo mediocres, a diferencia de este portento. Cuanto más niño eres más te importa el tamaño de las cosas). Tener que agrandarle la ranura cada vez que quería comprar helados causó algunos de mis primeros dilemas existenciales, los cuales se disipaban con el primer cucharazo que entraba al Vasito (era aún más torpe cuando niño, pero más guapo también. Una con otra, supongo).

Hoy ví el documental "Sick", sobre los últimos días de la vida de Bob Flanagan, un ultraextremo artista del sadomasoquismo que padecía de fibrosis quística, y sometía su cuerpo a goces tan excelsos como martillear clavos en su pipilín o colgar pequeñas pesas de escroto y pezones y demás delicias, como una forma, digamos, peculiar de enfrentar su enfermedad. Más allá del extraordinario sentido del humor que muestra Flanagan sobre su condición hasta casi el final de sus días, el documental me dejó en un pequeño shock. Definitivamente me he convertido en un pussy en lo que a asquerosidad se refiere. Probablemente porque necesitaba algo de familiaridad para devolverme a tierra puse el primer disco que alcance a coger desde la cama, y vaya que me devolvió no solo la calma, sino que también me hizo volver a la temprana adolescencia en la que descubrí el heavy metal tan Hipódromo de Monterrico que postulaban Iron Maiden. Un amor instantáneo, tanto por los galopes sónicos como por las referencias líricas a Chesterton, Duna y los dinosaurios. Veo las marcas que mis pies acaban de dejar en mis paredes y pienso que mi elasticidad vale más que cualquier kamasutra. Y que Iron Maiden son como las bicicletas que nunca aprenderé a olvidar o dejar atrás.

1 comment:

lucia said...

que paja post, querido roncho!!!
yo vi esa pela también y lo más emocionante de todo para mí es que básicamente me parecía una película de amor. Lloré un poquito, también.